jueves, 18 de agosto de 2011
Al sonido del sazón
El estomago ruge, e impulsa al cuerpo a enfilarse a la banqueta, uno que otra garnacha con acústica propia se perfila como antojo, las suelas de plástico barato raspan el pavimento de ida y de vuelta, la nariz y la vista confirma lo que al oído antes llamo.
Inconfundibles los sonidos de diversos escapes, tan particular el del vocho, tan atrevido el del microbús, uno que otro tacón cual espuela de caballo rengueante despierta la atención, y ni que decir de la masa que se impacta contra el comal caliente bronceado en aceite.
El aire que mueve las flojas visagras de los puestos de metal, una carcajada por aquí una risotada por allá, el sonido de uno que otro claxon víctima de la impuntualidad, a lo lejos el inconfundible acordeón del sonido norteño, "metro Moctezuma... subale lleva lugares..." haciéndole segunda a la música del bar.
El mas atrevido mastica con la boca abierta cual cerdo de corral. La mas pulcra raspa suavemente sus labios con una servilleta de papel, carne picada en árbol inherte, una alita cociendose al carbón que truena sin ton ni son acompañado de un splash de salsa barbicure.
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